En la vigilia para recordar a los migrantes hallados sin vida el lunes en un camión abandonado en el suroeste de San Antonio, Texas, y a los que fallecieron después en hospitales de la ciudad —40 hombres y 13 mujeres, 53 en total—, Wanda Pérez Torrescano no puede ocultar su enojo.
«Es que estamos honrando a personas cuyas familias aún no saben que han muerto, que siguen esperando esa llamada que diga: ‘Mami, llegué a la frontera, estoy bien'», dice enérgica, micrófono en mano, ante las decenas de congregados este miércoles en el céntrico parque Travis.
«Y lo sé porque yo he estado del otro lado del teléfono».
Nacida en Ciudad de México y criada en San Antonio, no es la única que siente como propia la mayor tragedia migratoria que se recuerde en suelo estadounidense.
En un acto solemne similar, el día anterior, la hondureña Jessica recordó cómo ella misma estuvo en su día en la piel de los migrantes que ahora dejaron sin agua ni aire acondicionado en un remolque con una temperatura exterior de 40 grados.
«Yo vine aquí a los 14 años, también en un tráiler (18 wheeler) y perdí el conocimiento por el calor», dijo con emoción durante la vigilia. Preguntada después si quería contar su historia a BBC Mundo, contestó: «Me sigue desencadenando muchas emociones. Aún tengo mucho que procesar y no me siento preparada para dar detalles».